Para casi todos, la humildad debería ser un valor colectivo y todos pensamos que nos traería beneficios si se tuviera más en cuenta. Humildad viene del latín humilitas, que a su vez proviene de la raíz humus que significa “tierra” palabra que nos gusta porque nos lleva al origen, a lo natural, a las raíces.
Yo voy a usar la palabra “suelo” porque nos ancla y podemos pisar firmes y decididos. Un líder debe siempre pisar suelo para, sobre él, ir construyendo firmemente, sabiendo que tormentas y vendavales van a llegar en momentos clave.
La humildad es un valor real, si para nosotros es digno de ser estimado y, por tanto, forma parte de nuestra vida como norma o patrón en nuestros quehaceres. Por eso los buenos lideres caminan, no se sientan, sino andan, pero sobre roca firme, esto es asumiendo los errores que son muchos, pero desde los que aprende y ayuda a aprender a su grupo desde los errores, porque señalar errores no es crearlos. También la dirección de grupos no le confiere ninguna superioridad, sino la de reconocerse humilde entre los que lo han elegido para ser auténtico y responsable de la misión confiada, promoviendo la igualdad y la dignidad de todos.
El líder humilde relativiza sus virtudes, dado que está en continua formación y adquisición de habilidades y competencias que favorezcan ese liderazgo para el bien del grupo. El líder sabe de sus limitaciones y, por tanto, se confía a otros, se apoya, delega en otros, pero se reserva el mantenimiento de los valores que conducen a la acción, es decir, es él quien toca suelo firme, es él quien camina delante vislumbrando la meta, de ahí una cierta sumisión al grupo o, mejor dicho, una manifestación de humildad con el grupo y sus colaboradores próximos.
A veces reconocemos a una persona humilde por su mesura, esa balanza interna que equilibra las cosas, que saca lo mejor de cada uno y que promueve la equidad entre las personas del grupo y también en las que pasan por su vida. Quizá para ello debe recurrir a una buena comunicación, repleta de “escucha y escucha”. La comunicación “escuchante” es una comunicación cálida y afable, donde la gente se sabe atendida y conoce previamente que su propuesta o idea, por muy rara o diferente que parezca, será escuchada y valorada, porque quizá sea una idea creativa o innovadora y estamos necesitados de aires frescos que renueven las estructuras y organizaciones. Un líder humilde promueve una escucha activa de verdad, se pone en la situación del que habla o del que manifiesta sus propuestas y, de manera dinámica, las valora y ayuda a recrearlas para bien de la organización o de la misión que están emprendiendo. Aparcar, congelar o ignorar no son signos de actividad humilde.
Y ¡qué me dicen de las estructuras verticales sin humildad! ¿A dónde nos han llevado y llevarán? Las estructuras de un líder humilde son orgánicas, están vivas como un cuerpo y sus aparatos y sistemas, donde la interconexión menor o mayor les lleva a funcionar y mover todo el cuerpo como único, sabiendo que cada parte es fundamental para que el cuerpo orgánico funcione y viva. Si bien, el líder humilde tratará de que la pirámide organizativa sea pequeña y la sentirá como una pirámide invertida. El líder está abajo en la punta de la pirámide invertida, sosteniéndola, de ahí que no puede ser grande y pesada, o no hay líder que la aguante.
Todo esto manifiesta el gran respeto que un líder tiene por su grupo, de manera que a pesar del poder que se le ha confiado, es más la autoridad que se le concede por liderazgo y por humildad.
Vicente Revert Calabuig
Biólogo,
Doctor en filosofía y Ciencias de la Educación