¿Son todas las religiones iguales?
Esas son algunas preguntas complicadas para responder. Debemos decir que esas no son buenas preguntas. No son buenas preguntas porque no van al fondo, ni cuestionan sobre las razones profundas.
“Ni filosófica, ni teológica, ni históricamente son todas las religiones iguales” |
Debemos preguntarnos sobre la verdad. En un mundo relativista como el nuestro no es extraña una respuesta pluralista, donde todo es igual o todo da igual. La respuesta suele ser: todas las religiones son iguales o todas creen en un mismo Dios. Para el que no quiere profundizar, esas preguntas le ayudan a quedarse en la superficie del problema. Pero ese tipo de preguntas sí nos pueden ayudar a ir al fondo de nuestras razones: “estad prontos a dar razón de la esperanza que tenéis” (1Pe. 3, 15), solo basta con estar atentos. No vale decir que todas las religiones son iguales y, mucho menos, que Dios es el mismo para todas. Si hay una verdad, significa que solo una debe ser la verdadera. Si analizamos las diferentes religiones, ni filosófica, ni teológica, ni históricamente son todas las religiones iguales. En este breve artículo no podemos profundizar en cada uno de esos puntos. Creemos que la salvación viene por medio de Cristo y que Él quiere que todos nos salvemos. Por eso la postura cristiana es la del respeto a todas las creencias. Por una parte, en Jesús encontramos la plenitud, por otra sabemos que él puede servirse de cualquier medio para atraer a la salvación a la humanidad.
“Hay religiones que buscan mejorar nuestra humanidad y otras que la envilecen.” |
¿Por qué si Dios es uno, hay varias religiones? En primer lugar, deberíamos profundizar sobre el concepto de Dios que tiene cada una. El concepto de Dios de los musulmanes no es el mismo que el de los taoístas, ni el de los cristianos es el mismo que el de los hindúes. Pero aún entre religiones hermanas, como la protestante y la católica, no existe un mismo sentido de quién es Dios. Ahí tenemos una primera clave de investigación. Del descubrimiento de quién es Dios depende nuestra vida. En segundo lugar, debemos preguntarnos sobre lo que nos llama a vivir cada una de las religiones. “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7, 20) este punto también es clave. ¿Qué es lo que nos lleva a vivir una religión? Discriminación, separación, división, guerra, violencia, prohibiciones… lo que nos hace hacer cada una. Hay religiones que buscan mejorar nuestra humanidad y otras que la envilecen. Ahí un concepto importante es el de la libertad. En tercer lugar, descubrir la verdad a través de la historia. Saber quién funda, de dónde proviene y qué concepción tiene sobre la historia de la humanidad puede ser otra clave a tener en cuenta.
Es imprescindible desentrañar el significado de la palabra religión. Para un cristiano es, principalmente, la relación con Cristo en la que Cristo se manifiesta primero. Las otras religiones se basan, a menudo, en normas y creencias. La proximidad con personas que creen diferente no debe acomplejarnos ni hacernos perder la referencia. Al contrario, debemos profundizar nuestra fe, formarnos. El diálogo y el amor hacia las otras creencias nos deben abrir a entender al otro, pero a presentar desde los hechos y las palabras nuestra fe. Si realmente conocemos al Señor, no debemos tener miedo.
El Vaticano II nos dice que “la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera, con sincero respeto, los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres, anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas” (Nostra Aetate 2). ¡Qué profundo y qué bonito lo que nos enseña el Concilio!
Desde las Misiones Católicas en Alemania tenemos esa obligación: anunciar a Cristo de palabra y obra. Siempre la pregunta debe ser si un no creyente se puede encontrar con Cristo a través de las actividades de nuestras comunidades. Ese es nuestro camino de conversión. La respuesta a las preguntas del principio es clara. Como nos dice el 2467 del Catecismo de la Iglesia: “El hombre busca naturalmente la verdad. Está obligado a honrarla y atestiguarla: “Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas […], se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad y, además, tienen la obligación moral de hacerlo, sobre todo con respecto a la verdad religiosa. Están obligados también a adherirse a la verdad una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida según sus exigencias” (DH 2)”.
Acabo con una cita del final del citado documento del Vaticano II “La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Por esto, el sagrado Concilio, siguiendo las huellas de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, ruega ardientemente a los fieles que, «observando en medio de las naciones una conducta ejemplar», si es posible, en cuanto de ellos depende, tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos” (Nostra Aetate 5). No todo es lo mismo ni todo puede ser verdad. Que cada uno se pregunte y busque la respuesta.
P. Ferran Jarabo Carbonell
Delegado Nacional de las Comunidades Católicas de Lengua Española en Alemania
Pastoral hispano-latina en Alemania.